domingo, 6 de octubre de 2013

equipaje

(a Ted Hughes)

Se abre el viaje como una maleta de luz
Negra es la humedad de la nutria negra la piedra
—vapor de la pestaña condensado en piedra—
Negro es el tumulto
piedra redonda y huevo de oscuridad
Negra la rendija     boca abierta de la luna     negro es lo sin ojo
            [el interior de la lengua     la vibración de la campana
Negra es la luz
alas negras
vuelo arriba
Cuarteadura del sueño
Decir negro como decir pájaro
esdrujular la mírada en la valija del sueño
La noche es brillo     vuelo     deserción de la córnea
Negro es el nombre     la marea apellidada en oscuro
 
La valija del poeta se cierra
Huele a gas y a tristeza de mujer enlatada en la asfixia

(Josué Vega López, inédito)

viernes, 15 de febrero de 2013

puerta

para Ely, escribiendo, yo, con Lila

voltear
y mirar
de pronto
que
todo
está ahí
un montículo, una base, una regla, un cajón
que retuerce músculos
pero no
eso
sino todo
como decir
“tírame de la cadena como si fuera a volver sobre tu espalda”
o
“sirve de que te beso en los labios o en las piernas o en la esquina de la debacle o de la cimiente o de la risotada”
porque lo es
es el color, pero eres tú
es el precipicio pero tu alambre de barricada deteniéndome
es el intenso, la bomba atómica
en el dolor de panza,
pero
fiebre
cuero de gallina o de rompecabezas que armas
en las tardes
con paciencia retórica
como si nunca
hubieras visto ya una pieza arqueológica
en los sueños atados y rubicundos de la ira
y del empeine

es, a veces,
"chuta sin reflejo, para que el balón no regrese".

así de tanto
así de mugre y de revival, como las patillas crecidas en el labio de una armónica
potente

está ahí

y voltear
mirar
de pronto
que yo
estoy ahí:
un pesito o dos
rebaba de peso o de metal, pero acidulado
porque en mi lengua
sabor de trapo
por la médula de los días me recorre la espina
pero no de la espalda
sino
del carrete
ya irás a recoger la madeja
para aventársela a la gata
sólo así seguiré rodando
por las esquinas del suelo de la cama
por las borlas del ruido de la cama
por las matas del beso de la cama
por las instituciones arrobadas del filo de la cama
por las aspersiones irritadas de la cabecera de la cama
por la boca lampiña de descanso de la cama
por la coma de la hamaca o de la cama
por las esquinas del sueño de la cama
y voltear de nuevo
para ver
¡otra vez!
(tú sabes bien quién es)
que todo
que voy
que dos
que dos-tres
piel hasta membrana, por donde vas a ir
a mirar cómo estoy inmóvil
y yendo
siempre yendo
hasta la restauración del allá
del “no te partas el corazón que quién lo acentúa”,
o “¡faltas tengas en la ortografía del vuelo para irme contigo a la chingada!”
y todo eso
voltear
y mirar
de pronto
que ese soy yo y que escucho
y que estoy abriendo una puerta en el sueño
y, ¿por qué no ventana, por qué no báscula, por qué no encrucijada, por qué no balcón
o trompo o círculo maltrecho de palabras?
y, ¿quién abre del otro lado?
 
Josué Vega López (14-02-13)

domingo, 22 de abril de 2012


intro "Caidal" y "errancia" en Errancia

De leer "Caidal", mejor titulado como "Poema X" de El turno del aullante, de Max Rojas, nacen ganas de romperse la madre y escribir, que resulta, con él y sin él, casi lo mismo.

Todo esto, a propósito de Errancia, proyecto editorial digital de alcances internacionales:



Ilustración: Marco Aviña Ayala

 







X


Caidal mi pinche extrañación vino de golpe a balbucir quién sabe qué tantas pendejadas;
venía dizque a escombrar lo que el almaje me horadaba,
y a tientas tentoneó para encontrarse
un agujero tal de tal tamaño que en su adentro
mi agujereaje y yo no dábamos no pie
sino siquiera mentábamos finar
de donde a rastras pudiera retacharse nuestro aullido
Eso es lo que me queda -dije- de tanta extrañación
como he tenido; un hueco nada más, y ya me crujo
del tanto temblequear de que ese hueco
del mucho adolorar se me deshueque
y ya ni hueco en que caer tengamos
ni mi agujero ni mi yo
tan deshuecado invertebral volvido
que ni a madrazos mi almaraje quiera
ponerse a recoger su trocerío.
Caidal
mi pinche extrañación se fue de golpe
luego de extremaunciar sepa qué tantas pendejadas;
no le entendí ni madres de todo lo que dijo,
pero sentí que era de cosas que desgracian.
A buena hora se te ocurre - dije- venirme a jorobar con lo pasado,
cuando que a puro ferretear me atasco el alma;
si no fuera por tanto pinche clavo que me clavo,
ya ni memoria ni aulladar tendría.
A mí de sopetón una mujer me destazó en lo frío,
y desde entonces a puro pinche ardor me estoy enfriando.
Ni lumbre en el finar del almaraje y sus trocitos queda,
y sólo el agujero está y estamos dentro
mi esqueletada y yo y mis agujeros,
a trompicones tentaleando fondo
para por fin tener donde aventar el alma
y de una vez echar la moridera.
Luego de extremaunciarme el esqueleto,
mi pinche extrañación se fue de golpe;
a tales rumbos me aventó de lejos
que pura mugre soledad me fui encontrando;
de arrempujón en empujón llegué a mis huecos,
todo ya de oquedad hallado hoyado,
y sin huesaje ya y sin nada
en que la agonición llevar acabo.
Es frío -me dije- lo de agonir que tanto escalda,
pero el asunto es memoriar lo que en trocitos
del almaje va quedando de esa mujer, y yo memorio
de cuando me hoyancó, y luego hubo un desmadre talque estropició la elevación de los San Ángel,
y memoreo, también, que al destazarme
los huesos se me fueron hasta un deshuesadero talque, entonces, mi agujereaje y yo crujímonos de frío,
y a puro pinche enfriar hemos andado desde entonces.
Extremahumado ya,
ni un chinguirito de lumbre en el almaje y sus retazos queda
para lumbrar siquiera el huésar donde a tumbos
velorio a esa mujer que desahució mi almario
y cascajó, de paso, la ardidera.
Una llagada me dejó, y qué llagada,
y a luego hubo un friadal y un chingo más de cosasque a chingadazos, pues, me auparon la caída.
Si así -me dije-, sin nada de huesar
y a puro bújero velorearé por siempre a esa mujer mientras chinguitos del almar me queden,
y siendo como es de frío lo de agonir que tanto escalda,
mejor ya de una vez me descerrajo el alma
y a ver en qué lugar la moridera boto.
Ya ni mi triste corazón me aguanta nada,
y ya que en éstas del morir me esculco muerto,
dada la extremaunción, el último traguito
mi agujereaje y yo nos lo echaremos solos.
Briagados ya, y a tarascazos, dando fondo,
vidriaremos por ahí a ver en qué mugre velorio nos aceptan:
resurreccir como que está bastante del carajo,
y este pinche camión de Tizapán que ya no pasa,
como que nada más hasta un barranco hubo llegado.




El turno del aullante, Max Rojas, 1971.

errancia


erradero
muladar
escuinclerío lleno de nervios
y correrías y versos medio vacíos
de emoción
y presuntos remedios y remedos
camino sin bordes
me voy o me quedo
resbaladilla y tobogán si me equivoco, columpio y resortera y catapulta
la frente enlodada con nudos y preocupaciones
y medicamentos sin receta
todo en el arenero de mi hijo que no tengo
en su cuchitril y su amigo imaginario
estoy en su sábana orinada
en sus pesadillas del día
como si lo viera aquí mismo en el deseo que no tengo
de cambiar pañales y castrar mi viaje
a nunca jamás
el severo ojo de mi niño endulzado
que le duele un piecito
se muerde el labio
le asusta mi violencia enmascarada de palabras
y buenas maneras
¿por eso quieres irte?
¿y a dónde vas? si lo llevas agarrado de la mano
a la otra esquina del ¿diluvio?
si sólo frente frío 23 y tú ya estás ahogando a todo el mundo,
me digo,
con mi cocodrilo encerrado en la gota
con la gota ensuciando la lágrima
eslogan, pedazo de calentamiento global
porque estoy caliente hace rato
y la fiebre me arde desde el arrullo sin niño
sin trompo ni tropo ni chasquear los dientes con la lengua
como incendiando lo que digo porque lo digo
y porque quién carajos lo dice sino yo
si no sé amarrarme aún las agujetas del pensamiento
si mi niño no es niño o diablillo o pellizco artritis
en ese tobogán del que hablaba como recitar la fórmula de las trais
y escuinclerío
y jauría de peditos y eructitos –el bebé que está muy ansioso–
como darle golpecitos en la espalda
para que vuelva mi niño sin niño
porque en el otro cuarto estoy dormido
y no quiero ir a cambiar la ropita
por un dolor encuadernado
ni por una regañiza marca diablo o la cuna dando
vueltas pintas
rayas fintas
sin entronque
te equivocas si crees que te estoy hablando
te engañas si ves que tuerzo la boca
es mi manera de no reírme
de acariciarme la tuna y la púa y el enchufe
de dejar de ver un niño que nunca ha estado
ni cerquita
sino adentro
desvelado
cagarla, pues,
aceptar la desgana del siglo y la del feminismo
y el macho cabrón que se me enreda en la garganta
y pinche escuincle revoltoso
sáquese de acá
pal revoltijo
que usté no vino a ramalear ni a sacarse la rendija
pa la herida abierta
sino solo
de soledad o de solamente me revienta el ánimo
aquella rubia de ojos cacarizos
pero nada de eso es viaje
o boleto redondo
es darle vueltas a la cuerda
enrollar el yo yo
desenredar el memorama
para volver a cantarle al niño canciones suavecitas
o sopas enraizadas en el plato
de la hondura
herradero erradura cárgame la erre que suena fuerte
a gárgamel o a gato enfurruñado
y todo en la esquina
la comisura apenas entreabierta
con niños o sin uno solo en pantalones cortos
la pelota siempre rueda
y ya estará cualquier canijo
corriendo a alcanzarla
o raspándole un trallazo al lustro del zapatito o del suelo
porque a veces anda más mugroso el aire
aventando sus tenazas de sonsonete
que este niño que me equivoco en llamar mío
porque me lleva de la mano a quién sabe dónde carajos.



Lengua la traba, Josué Vega López, 2011.

sábado, 21 de abril de 2012


taller


El taller, supongo, es para experimentar. Para crear. Para crear puentes, vínculos. Lecturas de relecturas de fragmentos hechos fragmento y obras construidas obras por los fragmentos. Ésa es la forma en que imagino un laberinto-taller. Así, asteroide, debería columpiarse en la gravedad sin gravedad del espacio la mirada que es un blog-taller. Ir creciendo, poco a poco, hasta ser una bola incandescente que, sin embargo, se desintegre al tocar sus calenturas y pieles y noches y reverberaciones contra la atmósfera, contra el témpano de hielo del cerebro. Por eso me envuelvo en cautín y remiendo la letra con la música. Por eso "Because the Night" cerebela y cerebra, que no celebra necesariamente, "esta fiesta sin escrúpulos".
Aun no sé, ni me interesa, ser claro ni conciso ni pasajero en el tren del tedio, sino tope, remiendo de remedo, cacofonía en la vía láctea del poema: